Especial alrededor de Holanda 1974
La dupla que sigue presente en la actualidad, licencia que nos podemos permitir si los dos miembros de esa pareja se llaman Rinus Michels y Johan Cruyff. Leyendas de puro fútbol y cuatro locos para ofrecer un estudio contextual desde todas las vertientes posibles de un escenario para la historia, 1974 y ese Mundial en la Alemania Occidental (RFA). Todos los ingredientes posibles para que @kj_vng (Área Kj), @Kundera10 (Fútbol de Centrojás), @Sergio_Vilarino y servidor, sepan transmitir el nacimiento de una nueva concepción del fútbol, ‘el fútbol total’ como así fue denominado.
Un conjunto de artículos en plena sintonía con la composición de este blog y en el que puedo expresar la ilusión de haber podido colaborar en un análisis que quiere ir más allá, desde el apartado visual hasta el histórico de un contexto romántico.
Resumen de artículos:
- La inocencia perdida
- El padre olvidado
- El espejo del mundo
- Holanda 1974 (I): Partir de un posicional
- Holanda 1974 (II): El apogeo del ‘totaalvoetbal’
- Totaalvoetbal? Deutsches Karussell (I)
- Totaalvoetbal? Deutsches Karussell (II)
- Bendito malvado
- El dueño del fútbol
- El oro para unos, la eternidad para otros
Lista completa de vídeos en Vimeo.
Espero que lo disfruten como nosotros ya lo hemos hecho por mostrar este especial sobre Holanda 1974. Un año, una fecha, un evento para la posteridad y en diferentes prismas o puntos de vista. Sin más… ¡Gracias de parte de estos ‘locos’! Por el fútbol.
El oro para unos, la eternidad para otros
Por @Kundera10
El 7 de Julio del 74’ sirve como referencia histórica para la mejor final de la historia de las copas mundiales de fútbol. Alemania y Holanda, el anfitrión y la selección que tenía como base al club dominador de Europa en aquel momento, fueron, por lejos, quizá sólo acompañados por Polonia, que sería tercera, los mejores equipos del campeonato. Además, contaban en sus filas con los que, a la postre, son considerados como los dos mejores futbolistas de su generación: Johan Cruyff y Franz Beckenbauer.
Holanda salió, como en todo el campeonato, con su 4-3-3, y es un decir porque luego se organizaban como querían alrededor de Cruyff y el balón, conformado por Suurbier, Haan, Rijsbergen y Krol en la zaga, Van Hanegem, Jansen y Neskeens en el medio, y Rensenbrik, Rep y Cruyff arriba. Por su lado, Alemania, que sí tuvo cambios a lo largo del torneo, como ya se ha expuesto en artículos anteriores, presentó su falso 4-3-3 con Beckenbauer, Schwarzenbeck, Vogts y Breitner en el fondo, Bonhof, Overath y Hoeness en el mediocampo, Grabowski y Hoelzenbein en las bandas, y Gerd Müller en punta. Dos constelaciones de estrellas enfrentadas en el partido más exigente.
Y exigente no sólo por el hecho de ser la final de la Copadel Mundo, con lo que eso implica a nivel psicológico y emocional, sino porque ambos equipos ofrecieron dosis de fútbol y de exigencia intelectual difíciles de hallar en contextos similares. No tardaron ni un minuto. Desde el pitido inicial, los agresivos tulipanes decidieron mostrar su cara más conservadora, en ambas transiciones, en parte por propia convicción, en parte por la propuesta alemana de negarles ventajas en la salida desde atrás, y, claro está, la presencia de Franz Beckenbauer en la transición ofensiva germana. Cuarenta segundos después del inicio del partido, Holanda ya se había encontrado con un problema que no estaban siendo capaces de solucionar: Alemania los defendía en todo el campo y no les daba pie a una salida limpia. La solución, como siempre, la propuso Johan Cruyff que abandonó su posición como referencia central del ataque para acudir a la base de la jugada, generando una ventaja posicional y numérica para su equipo, que les permitió dar un primer pase seguro e invadir territorio alemán con tranquilidad y asiduidad. La jugada se repetiría a lo largo de todo el primer tiempo y, en su primera aparición, fue la causa del primer gol del partido tras la estupenda y famosa cabalgada de Cruyff hasta el área que desembocó en el penalty que Neskeens se encargó de transformar en ventaja.
A pesar del 1-0 en el marcador, Alemania no se descontroló y siguió jugando como si nada hubiese pasado. El discurso fuerte del partido estaba en la base de la jugada de ambos equipos. Mientras Alemania defendía el primer pase holandés con fiereza, obligando siempre a Cruyff a salir de su posición de referencia para ir a sumar en la salida, y generar un primer pase limpio, Holanda tomó dos formas distintas de defender la salida alemana dependiendo de quien la ejecutase. Si los locales decidían salir por las bandas, indiferentemente de si era por izquierda o por derecha, Holanda iba y presionaba arriba, pero, si por el contrario, la salida Alemana era por el medio, y así fue la mayoría de las veces, los de Michels empezaban a defender, en el mejor de los casos, en la línea divisoria. El mecanismo de salida alemán daba pie a que su rival perdiera referencias posicionales, además del respeto que imponía Franz Beckenbauer, por lo que esa decisión era acertada. Alemania vaciaba el mediocentro -que teóricamente era Bonhof- todo el tiempo, y esa zona quedaba muerta. Overath, el interior derecho con alma de mediocentro, y Beckenbauer, se repartían el espacio a placer en la salida y, desde su excelente sentido del pase y la pausa, superaban constantemente la transición defensiva holandesa. Si los tulipanes iban a presionar, eran superados, y si esperaban, desde el “free running” alemán, Hoeness siempre encontraba espacio para recepcionar, girarse y pasar. El objetivo local de “saltarse” la transición defensiva holandesa, y lograr fases ofensivas largas, se cumplía y, aunque aún no pisaban área, exigían un esfuerzo intelectual, técnico y físico al que sus rivales no se habían enfrentado en todo el campeonato.
Por su parte, Holanda sólo encontraba ventajas en transición ofensiva desde el movimiento de Cruyff hacia la base y desde su conducción. Alemania defendía en todo el campo, cerraba líneas de pase sobre los interiores y no regalaba un espacio en banda. Los extremos abren el campo, sí, pero nunca reciben en posición ventajosa para el 1 vs 1, y, además, sufren la falta de una referencia en el medio pues los obliga a decidir si llenar el espacio o abrir el campo. Neskeens llena tímidamente el espacio del 9, pero el partido exige su presencia en la mitad. Sin 9, exigidos futbolísticamente a crear nuevas líneas de pase constantemente y con el problema de los extremos, Holanda poco a poco pierde dominio del partido. No logran ser profundos, y las pocas veces que logran llevar el balón al área, la técnica defensiva alemana se sobrepone. Los de Schön recuperan cada vez más fácil y su transición ofensiva desactiva la presión ‘Oranje’, provocando una fase defensiva constante, a la que no están acostumbrados, y en la que a medida que pasa el tiempo van cediendo en concentración e intensidad. Reflejo de ello es la jugada del penalty de Jansen -superadísimo por el partido-, en la que Overath desactiva la presión, manda un pase a Hoelzenbein, quién con todo el espacio del mundo para el 1 vs 1 se mete al área y derribado. Breitner, que también sería un generador constante de ventajas desde su centrocampismo, anotaría el gol del empate.
A partir de ahí, los alemanes pasarían a dominar el partido, siendo esos veinte minutos finales los únicos en los que ‘La naranja mecánica’ sería realmente superada durante el mundial. El empate transmitió confianza a los locales, que se agarraron con más fuerza de su discurso y empezaron a ser más agresivos aún en la transición ofensiva, a posicionarse en fase ofensiva con aún más claridad e instalaron la duda en los hombres de Michels, que no encontraban solución a todos los problemas que les planteaba su rival. Los espacios que, normalmente, son del mediocentro y del ‘10’, eran desocupados por los alemanes, pero activados todo el tiempo. La falta de referencia en esas zonas confundía todavía más a los visitantes, que no sabían a quién presionar y en qué zonas. El gol de Müller llegaría en una de esas acciones, en la única que tuvo ‘Der Bomber’ en todo el partido.
No obstante, el genio de Michels entraría a pesar en el partido. La entrada de Van Der Kerkhof en lugar del superado Rensenbrik tenía un objetivo: Lograr amplitud y profundidad. Para ello, además, Michels se la jugaría a despoblar el mediocampo, pasando del 4-3-3 inicial a una especie de 4-2-4. Van Der Kerkhof, quién no era un extremo natural, abriría, normalmente, por banda izquierda, bien pegado a la cal y en la línea de la zaga alemana. El jugador del PSV era un futbolista dotado de pausa, capaz de sumar en un contexto de fútbol asociativo, y bastante obediente a nivel táctico. Su inclusión como extremo permitía sumar una opción de pase más al sistema holandés, y abrir de manera mucho menos exigente el campo. Van Hanegem y uno de los dos interiores, en principio Jansen, por ser el menos dotado para el fútbol de posesión, y por su agresividad, llenarían de forma fija el espacio que dejaba Cruyff en el medio del frente ofensivo. Ese cambio táctico dotó a los visitantes de los dos factores que extrañaron en la primera mitad y, aunque la mitad era menos numerosa, su transición ofensiva comenzó a ser muchísimo más potente, comenzaron a tener más espacios en la mitad y, poco a poco, a meter a los alemanes dentro de su área, desactivando su transición ofensiva y consiguiendo el dominio posicional que habían exhibido durante toda la Copa.
Con ambas transiciones nuevamente funcionando con normalidad, Holanda dominó tal y como ya se había acostumbrado. Desde el dominio posicional en transición defensiva, producto de una transición ofensiva potente, amplia y profunda. Con el paso del tiempo los alemanes aculaban más y más, y sus opciones de contragolpear se limitaban a ninguna. El partido había desembocado en situaciones donde el último hombre holandés se posicionaba a ¡35! Metros de la portería local. Ni siquiera la lesión de Rijsbergen alimentó la confianza teutona que veía como minuto a minuto su rival se posicionaba en su área y creaba una ocasión de gol. La figura de Cruyff, tanto como 9 bajando balones como de lanzador en el mediocampo, se alzó sobre todos menos sobre la heroica y felina figura de Sepp Maier. El portero del Bayern Munich y la selección alemana se encargó, una y otra vez, de ahogar grito tras grito de gol holandés.
Artículo creado por @Kundera10, autor de Fútbol de Centrojás
Bendito malvado
Por @Sergio_Vilarino
Cuando hablamos de jugador contextual queremos hacer ver al jugador cuya presencia en el césped que explica el ‘todo’. Una referencia que marca el estilo de un colectivo, el ritmo es suyo y la consecuencia también.
En algunos casos, ese jugador no solo influye en su equipo (lo cual ya es indudable referencia de su categoría), sino en un partido entero. En algunos casos, es tal el nivel, la ascendecia del jugador, que influye sobre torneos, sobre épocas enteras.
Es por ello que este Mundial 74 es tan excepcional. Tenemos a dos jugadores de esos que marcan equipo, partidos, torneos y épocas. Y ambos se enfrentaron en la final del campeonato, de forma directa, ya que venían haciéndolo indirectamente, proyectando sus auras, desde el inicio de la competición. En el caso alemán, que es el que nos ocupa, ese hombre, ese jugador contextual, se llama Franz Beckenbauer y, adecuadamente, le apodan “El Kaiser”.
Beckenbauer nació al fútbol ocho años antes, comandando al lado de Wolfgang Overath el centro del campo del equipo dela RFAen el Mundial disputado en tierras inglesas. Es justo que el punto culminante de su carrera se produjese en similares circunstancias.
En 1966, el jugador del Bayern era un joven de 20 años, centrocampista de carácter ofensivo, que sorprendió al mundo con su despliegue box to box y su llegada al área contraria. Su marcaje (mutuo), al gran Bobby Charlton le hizo salir del Mundial como una figura global. Por aquel entonces, los líberos eran figuras de corte cavernario, jugadores sombríos y defensivos, a imagen y semejanza de lo que había construido Helenio Herrera en su Grande Inter. Pero Beckenbauer iba a encargarse de lavar la cara al puesto y adaptarlo a él. En el Bayern, el Kaiser Franz empezó a jugar en la línea de defensa, proyectándose hasta el medio del campo y más allá y llevando el mando de las operaciones siempre que pudiese. Ese “siempre que pudiese” poco a poco se convirtió en “siempre que quisiese”, y eso refleja su tremenda ascendencia en cualquier partido disputado por él.
Mientras en el equipo nacional Helmut Schön prefirió seguir optando por el más clásico líbero Willi Schulz (hasta después de 1970), Beckenbauer siguió compartiendo centro del campo con Overath (y Haller), lo que le sirvió para ir perfeccionando ese rol que, a partir del mundial mexicano, le permitía dominar ambas transiciones con total facilidad.
Enla Euro72, se había asentado ya como indiscutible cerebro y jefe del combinado nacional, pero el nivelazo presentado por Netzer le opacó, y durante ese año, Alemania era el equipo del rubio número 10, como ya hicimos referencia a comienzos de esta serie de artículos.
En el camino al Mundial del 74, Beckenbauer se hace con los mandos del equipo alemán. No solo dentro del campo, también en el vestuario, también en la prensa. Solo hay un líder, y ese es el Kaiser, que literalmente deslumbra durante la Copa del Mundo.
El sorteo del primer grupo le empareja con otros dos jugadores excepcionales en su puesto, Figueroa (Chile) y Bransch (RDA), pero el Kaiser brilla por encima de ellos y de cualquier otro líbero del campeonato. Su compenetración con Schwartzenbeck es casi telepática, fruto de muchos años compartiendo la franja central de la defensa del Bayern. Desde esa posición retrasada, Beckenbauer lanza medidos balones largos (ver vídeo), que baten líneas y dejan a sus extremos en posiciones inmejorables para montar una contra (ver vídeo). En defensa, qué se puede decir, un jugador no excesivamente rápido en distancias cortas, pero sí tremendamente intuitivo para los cambios de ritmo, para el posicionamiento y en el uno contra uno. Su defensa del contrataaque holandés llevado por Rep y Cruyff, donde está él solo contra ambos es un ejemplo perfecto: cabeza levantada, trote tranquilo, midiendo las distancias, amagos con el cuerpo. Rep tiene (¡debe!), esperar todo lo posible el momento de dar el pase a Cruyff que mate el partido, pero eso momento, robado por el timing de Franz, nunca llega. Maier y su extraordinaria capacidad en las salidas contra jugador hace el resto. Otro muestra también del nivel de compenetración o control de Beckenbauer con todos sus compañeros.
Su anticipación viniendo en carrera contra Cruyff y llegando a tiempo para ceder la pelota al portero en la primera parte de la final es otro buen ejemplo del compendio de virtudes defensivas que adornaban al Kaiser.
Además de esto, Beckenbauer adelanta su posición muy a menudo para compartir la base de la jugada con Overath, en una variante tremendamente explotada por este equipo de la RFA. Su presencia en el medio del campo, permite la libertad de los hombres que circulan por la zona de free running e incluso Bonhof aparece por sorpresa en alguno de los costados.La RFA consigue así una abrumadora superioridad en el medio campo, solo compensada en este torneo por Holanda en la final (aunque acaban siendo arrollados también en esta franja del terreno).
Si desde la defensa, el capitán alemán es capaz de batir líneas con facilidad gracias a su toque de balón, lo mismo podemos decir cuando su presencia es en la base de la jugada o tres cuartos de campo. Además, Beckenbauer conserva cierta capacidad de desborde de su época como centrocampista ofensivo, y su disparo de lejos es muy bueno. Debemos añadir, y esta es una faceta que desgraciadamente no vimos en el Mundial, que llegado a tres cuartos de campo (la zona de aceleración, que se suele decir), sus combinaciones con Gerd Müller eran extraordinarias, especialmente sus paredes, capaces de desarbolar cualquier entramado defensivo. Y estamos hablando de un jugador no extremadamente habilidoso como “El Bombardero”. Este es otro mérito de Beckenbauer, hacer mejores a sus compañeros, maximizar sus virtudes. Es decir, el Kaiser, condiciona a su equipo y al contrario sea cual sea su posición en el campo (ver vídeo).
Por último debemos hablar del aspecto mental. Beckenbauer era un ganador, era un líder, un animal competitivo. El más grande de su época junto al número 14 al que se enfrentó en la final de Munich. Beckenbauer condicionaba también desde el nivel mental y así lo sufrieron auténticos diablos para otras defensas del campeonato como fueron Rep y Rensenbrink, Lato o Szarmach, o el mismo Ralf Edstroem. Cuando veían llegar al capitán germano, se apagaban las luces, se bajaba la persiana, y el balón desaparecía.
Artículo creado por @Sergio_Vilarino
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